Hace
ya un tiempo, llegó a nuestra casa un marino; preguntó por las hermanas del
Buen Pastor y dijo que traía un mensaje; lo hicimos pasar; el mensaje era esta estampa de la Virgen y la
carta, que nunca tradujimos, de
nuestras hermanas en una comunidad de Turquia, sobre el mar Negro.
También venía un papelito escrito en un regular español por una “hermanita muy anciana”, la única que
conocía el castellano en aquella lejana comunidad; este papelito se perdió;
habían averiguado la dirección en el libro de direcciones de comunidades del BP.
Hicimos pasar al viajero y le mostramos la casa: se admiró de lo parecida que
era a la de las hermanas que el conoció.
Conversamos
unos minutos y el marinero se fue; pero fue increíble la impresión que dejó y
que aún perdura: el cariño de hermanas nuestras que hablan otro idioma, una
anciana que trató de comunicarse como pudo y con esfuerzo; a través de un
desconocido que se tomó la molestia de buscarnos y llegarse hasta aquí, para
entregarnos… un mensaje de amor, es decir, un tesoro… que nos hizo sentir fuertemente
la dimensión y la fuerza perdurable de la Obra Santa de la Madre Eufrasia… no
hay palabras, solo una gran emoción.
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