- Carisma
San Juan Eudes, sacerdote francés, es particularmente conocido como
padre, doctor y apóstol del culto a los Sagrados Corazones de Jesús y
María. El motor y origen de las varias obras que él fundó, fue la
miseria moral y la explotación de las mujeres y niñas de su época.
En una
de estas obras – Nuestra Señora de la Caridad – ingresó Rosa Virginia
Pelletier, también francesa, y recibió el nombre de Maria Eufrasia.
Ella, manteniendo la misma espiritualidad y carisma y respondiendo a los
nuevos tiempos, dio una organización internacional a la obra.
Fundamentó su primera fundación en una vida de oración y de silencio;
(actualmente, una rama de la Congregación, continúa con este estilo de
vida de contemplación, y una de estas comunidades se encuentra en La
Rioja, Argentina).
Mas tarde expandió la obra de Juan Eudes al mundo
entero, con 110 fundaciones con el nombre de Nuestra Señora de la
Caridad del Buen Pastor.
- Espiritualidad
La espiritualidad de las Hermanas del Buen Pastor es la de la compasión y solicitud del Pastor Bueno del Evangelio: llevar a la reconciliación con Dios – y por lo tanto con el prójimo - como único camino de liberar a las personas – en especial las mujeres y niñas – de toda opresión que le impida ser auténticamente libre. Esto es, hacer tomar conciencia de la propia dignidad.
Hoy día, el mundo se parece muy poco al
de entonces; sin embargo, lo que hay de fundamental en el interior del
ser humano, sus sufrimientos, sus esperanzas, no han cambiado; por eso
el carisma del BP sigue mas actual que nunca.
- Vida Apostólica
Sin embargo, las formas y la dimensión de
los problemas en la actualidad son totalmente otras, nos plantean
nuevos enfoques; lo que consideramos nuestra prioridad de
“Trabajar con celo en favor de las
mujeres y niñas/os víctimas de la Trata, forzados a migrar y oprimidos
por la extrema pobreza… apoyar proyectos a favor de la justicia
económica y enfrentar sistemas injustos”…
Nos comprometemos a responder a los
sufrimientos del mundo que nos llama a los márgenes, dando pasos audaces
usando aquellas riquezas que hemos heredado"
Es para nosotras un compromiso claro y
firme a favor de la Justicia porque esta es una parte integral de
nuestra misión de reconciliación y expresa cabalmente nuestra rica
espiritualidad y herencia.
Haciendo uso de nuestra
internacionalidad, incrementando nuestro trabajo en red, podemos ayudar a
cambiar las estructuras de nuestra sociedad y buscar influir en los
efectos negativos de la globalización.
SJE nos invita a vivir de Jesús:
« Para orar con santidad… se necesita
orar en nombre de Jesucristo… La primera disposición es una humildad
profunda, la segunda: una respetuosa y amorosa confianza, la tercera:
una intención pura, la cuarta: la perseverancia… Dad poderosamente
vuestro espíritu y vuestro corazón a Jesús. »
« ¿Que responderé a todas estas voces con
las cuales me invitáis a amaros? ¡Quiero que mis pensamientos, mis
palabras, mis acciones se conviertan en tantas voces con las cuales les
digo: os quiero! » (Leccionario p.124).
Santa María Eufrasia era mujer contemplativa. Realiza acciones
con una visión muy importante de la gloria de Dios. Su vida
contemplativa le da una comprensión sobrenatural de los acontecimientos
de la existencia. Ella sabe pasar con soltura de una oración muy dulce a
las preocupaciones del trabajo, lo que muestra que todo lo que hacía
era para Dios. Sabe que está invadida por Dios, que la ha apoyado en su
actividad apostólica.
La mayoría de las hermanas de NSC , en
sus monasterios autónomos, no consiguieron percibir su visión, y
creyeron que debían ser fieles a la estructura creada por SJE. Hoy, y
desde hace algunos años, ambas Congregaciones femeninas buscan unirse .
«… debemos encender un fuego común y
forjar una vida juntas que nos mueva hacia la reconciliación de las
diferencias ; debemos forjar una espiritualidad y una síntesis de
sabiduría práctica que nos impulse hacia la armonía, que es una cuestión
de totalidad y no de perfección… saber caminar libremente por el mundo
sabiendo que Dios nos une a todas/os en su abrazo misericordioso… » (Hna Marie Chin, rsm)
Es un largo camino de enriquecimiento mutuo entre ambas congregaciones buscando su reunificación:
2010: Año de la Historia compartida
2011: Año de la Espiritualidad compartida.
2012: Año del Carisma.
2013: Capítulo Gral. De Nuestra Señora de la Caridad.
2015: Capítulo Congregacional del Buen Pastor.
Invitación en nuestras Constituciones:
- En la contemplación asidua del
Corazón de Jesús, y en el compromiso de realizar, como él, la
compasión, el Espíritu «formará en ellas» a Jesús Salvador, encarnación
de la misericordia del Padre. (cf. Constitución de Nuestra Señora de
Caridad : LC A)
- Sólo desde ésta íntima unión
podemos obrar con justicia, amar tiernamente y caminar humildemente en
su presencia. (cf. Constitución del Buen Pastor, nº 45)
- La dimensión contemplativa de
nuestra misión que renueva nuestra fe y nuestra unión con Cristo, nos
hace más atentas a las exigencias del Reino. Su espíritu nos llama a
discernir nuestra respuesta ante las nuevas necesidades que surgen
constantemente. (BP, no 7)
El símbolo del Buen Pastor
Todas nuestras Hermanas,
Apostólicas y Contemplativas, llevan este Símbolo de la Congregación,
que les identifica como Hermanas del Buen Pastor.
Los Dos Corazones…
Representan los corazones de Jesús y María unidos en uno. Extraemos nuestro espíritu de fervor de este Corazón – un espíritu Evangélico de Bienvenida, Bondad, Comprensión y Servicio Cariñoso, que atestigua al valor de cada persona.
También representa la realidad que amamos con dos corazones: el nuestro, pequeño y limitado, y el gran corazón de Dios.
El Cayado…
Representa la extensión del Pastor mismo, utilizado para rescatar la oveja perdida o en dificultades.A través de la Iglesia, Jesús sigue abarcando con amor a todos los afligidos por las debilidades humanas. Busca al perdido, retorna al desviado, cuida del herido, y hace fuerte al débil. Jesús revela la misericordia del Padre gracias a un amor que supera todos los pecados e infidelidades.
La Cruz…
Nos recuerda el precio de la entrega del Pastor de sí mismo, hasta la entrega de su propia vida.Hacemos el regalo total de nuestro ser, que tiene sus raíces en el seguimiento de Cristo y su misterio pascual, llevado por la cruz y la muerte a la Resurrección.
La Parábola del Buen Pastor
Cuando prestamos plena atención a esta
parábola de la oveja perdida nos vemos arrastrados a una decisión sobre
la profundidad del significado de la vida y de nuestra propia manera de
vivir. Como seres humanos nos estamos “programados” para comprender
quién es Dios. Dios es totalmente incognoscible y está muy fuera del
alcance de cualesquiera categorías en nuestra mente para buscar una
explicación Todas las religiones importante coinciden en este punto.
Sin embargo, en la fe cristiana, Dios
puede conocerse en términos humanos porque Dios vino a este mundo como
ser humano “y así puede ser conocido en el lenguaje familiar de la
experiencia terrena. Jesús no vivía una existencia en paralelo con el
mundo. Entró plenamente dentro de nuestro mundo para transformarlo con
Su misión.
Así, a través de Jesús podemos saber que
este Dios misterioso más allá de toda comprensión, “cuyo poder explosivo
lanza galaxias al espacio es el mismo Dios cuyo tierno amor abraza a
los desheredados, los desposeídos, los desechados de la vida.” Ninguna
otra parábola expresa esta verdad radical, hasta desconcertante, más
clara e inequívocamente que la parábola del Buen Pastor.
Cuando hablamos de la espiritualidad o de
un camino espiritual, estamos hablando del momento cuando llegamos a
una comprensión sobre la naturaleza de la realidad y entonces comenzamos
a amar esa realidad.
Si bien es cierto que no estamos
“programados” para saber quién es Dios, sí estamos programados para
abrirnos a este misterio. Nacemos con una mordiente “falta de plenitud,
falta de ser completos, con un vacío,” en el mismo centro de nuestro
ser. Estamos radicalmente abiertos al misterio y nos arrastra allí
nuestra sed por algo más, algo más allá de nuestra existencia
“encapsulada en el ego”. Dice San Agustín: “Buscamos un Misterio, Dios,
con otro misterio, nosotros mismos”.
Las parábolas de Jesús nos dan una
apertura al misterio de Dios destruyendo nuestras percepciones fijas de
la realidad y alterándolas totalmente. Las parábolas proporcionan
espacio para Dios cuya compasión siempre es una sorpresa, siempre un
impacto imaginativo.
El dejar a las otras 99 por “una que
falta” es comprender nuestra vinculación universal con todos los seres
humanos. Es comprender que nuestra salvación y liberación están
entrelazadas estrechamente con la salvación y liberación de los
perdidos, los pobres, los ignorados, los abandonados en los márgenes
oscuros de la sociedad. Cuando oímos en esta parábola del gozo
preferencial del Pastor-Dios por esta oveja perdida, aprendemos la
verdad misteriosa, que rompe los moldes, que los pobres, los marginados,
los que quedan atrás sin esperanza son los amados por Dios. Jesús nos
dice esto claramente. “No es la voluntad de vuestro Abba-Dios el que se
pierda ni una de estas pequeña También representa la realidad que amamos
con dos corazones: el nuestro, pequeño y limitado, y el gran corazón de
Dios.
La parábola del Buen Pastor corta
rápidamente al “meollo espiritual”. Sólo contiene cinco frases. El tema
de esta parábola de la oveja perdida, como la moneda y el tesoro
perdidos, es sobre el “retorno”, sobre superar nuestra pérdida. Es sobre
hallar y ser hallado, sobre encontrar a Dios y que Dios nos encuentre.
Es la noticia bomba espiritual de que Dios, a través de Jesús, causa
nuestro “retorno”. Esta parábola es sobre nuestra reconciliación con el
misterio sagrado, con lo sagrado.
Cuando aceptamos este “retorno” nuestra
liberación tiene dos dimensiones, con nuestro “corazón duro de cambiar”,
la conversión personal y la transformación social. Un giro hacia Dios
como el timón de la vida y una giro hacia los demás con servicio
compasivo. Una relación profunda con Dios siempre nos vuelca al exterior
para servir a los demás.
Jesús nos lleva hacia “el aprendizaje
lento del corazón”, a quién amar, y cómo amar cuando pregunta: “¿Qué
pensáis? Supongamos que un hombre tiene cien ovejas. ¿Si una de ellas se
pierde, no deja a las otras noventa y nueve en la colina y va en
búsqueda de la perdida?”. Esto es al revés de lo que esperamos.
Utilizando el “materialismo de mal gusto” de nuestra época, podríamos
llegar al resultado opuesto. ¿Por qué dejar a las 99? Esta parábola nos
sorprende tanto porque rompe “nuestra inclinación perenne de trazar
líneas, marcar fronteras, establecer jerarquías, mantener la
discriminación.” El Evangelio rompe todas las barreras. “La conversión
de los corazones es el gran igualador.”
Cuando prestamos plena atención a esta
parábola de la oveja perdida nos vemos arrastrados a una decisión sobre
la profundidad del significado de la vida y de nuestra propia manera de
vivir.
Esta Parábola en una invitación para participar en el proyecto de Dios
para la humanidad que llamamos el Reino de Dios. El Reino de Dios es
aquel espacio en nuestros corazones y en la tierra donde ha ocurrido la
conversión – donde el “cambio duro del corazón, el aprendizaje lento del
corazón” sobre cómo amar u a quién amar ha desatado la energía más
potente del universo – el amor de Dios volcado sobre la tierra.
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